RIESGO PSICOSOCIAL: UN RETO PARA LAS ORGANIZACIONES ANTES Y DESPUÉS DE COVID-19

Hasta diciembre 31 de 2019, este era el panorama: 

Según el artículo de la revista Semana del 17 de mayo de 2019, se estimaba que “el 40.1% de la población en Colombia con edades entre los 18 y los 65 años ha sufrido, sufre o sufrirá de algún trastorno mental” (p.1). Es preocupante como ha incrementado el número de suicidios y los índices de depresión en los últimos años. El pasado 16 de mayo de 2019, el entonces Ministro de Salud, Juan Pablo Uribe Restrepo presentó la Política de Salud Mental y en este punto es importante preguntarse, si las empresas en Colombia se encuentran alineadas con lo dispuesto por el Gobierno Nacional.

Hasta el año 2018, tan solo el 24% de las empresas a nivel nacional habían aplicado la batería de riesgo psicosocial como una forma de determinar los índices de estrés en sus trabajadores.  El aumento en los niveles de ausentismo generados por factores psicosociales y la afectación que tienen en el clima laboral y en la productividad de las organizaciones, las ha llevado a enfrentar grandes retos sobre como generar planes de acción efectivos para mejorar las condiciones laborales y la vida de los trabajadores, cuyos resultados incidan de manera positiva en su desarrollo y por ende en el de la organización.

Responder a las exigencias laborales, ha llevado a señalar la importancia creciente que estos factores de riesgo están cobrando como determinantes de la salud laboral. Las más recientes investigaciones en materia de salud y trabajo apuntan a una evidencia del deterioro de la salud física y mental de los trabajadores: estadísticas de la OMS y OIT calculan que, en los países de la Unión Europea, entre un 3% y un 4% del PIB se gasta en problemas de salud mental.

En Colombia, el último informe del Ministerio del Trabajo sobre enfermedad mental aporta altas tasas de depresión, ansiedad y conductas adictivas, entre otras; sin embargo, los datos relacionados con el trabajo no fueron objeto de estudio o publicación, pero se estima, a partir de otras experiencias como las europeas, que existe una alta prevalencia de trastornos mentales asociados al trabajo.

Continuando con las estadísticas, la Primera Encuesta Nacional de Condiciones de Salud y Trabajo en el Sistema General de Riesgos Profesionales en Colombia 2007, informe realizado por el Ministerio de la Protección Social (2009), muestra que los Factores de Riesgo Psicosocial ocupan el segundo lugar de prevalencia, después de los ergonómicos. Así mismo, entre el 20% y 33% de los trabajadores manifestaron sentir estrés relacionado con el trabajo

En la Segunda Encuesta Nacional de Condiciones de Salud y Trabajo en el Sistema General de Riesgos Profesionales en Colombia 2013, informe realizado por el Ministerio de Trabajo (2015), se detectó un incremento importante (43%) de episodios de ansiedad y depresión en el trabajo en el período 2008-2012, respecto al 2003-2007, además, de una presencia significativa de factores de riesgo como la falta de claridad en las responsabilidades (74%), trabajos monótonos y repetitivos (38,1%), y la tendencia a mantener una misma posición durante buena parte de la jornada (42,5%).

La falta de preocupación por la salud de los trabajadores no solo repercute de forma negativa en ellos, sino también en las empresas. Un artículo sobre la salud mental en Colombia, publicado en la revista CES Medicina (2018 como se citó en el Heraldo, 2018), explica que en el mundo «los costos de no atender los problemas de salud mental en el trabajo son significativos, ya que estos justifican hasta el 47% de los costos por incapacidades, además de la pérdida de productividad por ausentismo en algunos países» (p.1); con toda probabilidad, el estrés laboral juega un papel importante en muchos de esos casos.

¡Una triste realidad para nuestros trabajadores en cuanto a salud mental se refiere!

¿Cómo está cambiando esta realidad después de Covid-19?

En enero de 2020 cuando la Organización Mundial de la Salud declaró el brote de la nueva enfermedad Covid-19 la vida cambió y nuevas reglas se han tenido que implementar tanto en la vida familiar como en la escolar y la laboral. El trabajador ya no se encuentra en el entorno de la oficina, sino que ha tenido que adaptarse a un espacio ya conocido, pero nuevo para realizar sus actividades laborales, ya no comparte el espacio de trabajo con otros trabajadores, comparte el espacio de trabajo en casa con la familia, con los hijos que están estudiando y con toda una rutina que es distinta a la que venía acostumbrado y que implica un alto nivel de adaptación no solo físico sino mental y psicológico.

Si antes de la llegada de la pandemia, el nivel de estrés de los trabajadores era elevado y representaba altos índices de ausentismo, actualmente el aislamiento, el distanciamiento físico, el cierre de colegios y lugares de trabajo, son desafíos que afectan a todas las personas y es natural sentir estrés, ansiedad, miedo y soledad, por lo que el riesgo psicosocial es más latente que nunca y por esto la Organización Mundial de la Salud (OMS) subrayó que: “la amenaza del COVID-19 y el confinamiento están causando un fuerte impacto psicológico en las sociedades que debe atenderse con medidas imaginativas«

En un artículo publicado en la revista ‘Brain, Behavior and Immunity’, expertos han recordado que las pandemias anteriores han demostrado que algunos síntomas neuropsiquiátricos como, por ejemplo, la encefalopatía, los cambios de humor, la psicosis, disfunción neuromuscular o procesos desmielinizantes pueden seguir existiendo en los pacientes que se han recuperado de la enfermedad.

En este sentido, han comentado que los estudios de pandemias virales respiratorias pasadas indican que pueden surgir diversos tipos de síntomas neuropsiquiátricos, incluida una mayor incidencia de insomnio, ansiedad, depresión, manía, tendencias suicidas y delirio, que siguieron a las pandemias de gripe en los siglos XVIII y XIX.

Durante brotes virales más recientes, como SARS-CoV-1 en 2003, H1N1 en 2009 y MERS-CoV en 2012, hubo informes posteriores de tasas más altas de narcolepsia, convulsiones, encefalitis (inflamación cerebral), síndrome de Guillain-Barré y otras afecciones neuromusculares y desmielinizantes.

En Colombia según la encuesta realizada por Profamilia entre el 18 y el 20 de abril a 3.549 personas, el 75% de estas dijo haber tenido alguna afectación en su salud mental durante la cuarentena decretada para hacer frente a la pandemia del COVID-19.

El Estudio reveló además que de ese 75%, el 54% dice haberse sentido nervioso, el 53% cansado, el 46% impaciente y el 34% ha sentido rabia o ira por el aislamiento obligatorio, siendo los jóvenes entre los 18 y 29 años los más afectados por la situación.

Las medidas adoptadas por los diferentes gobiernos prevén que solo hasta 2022 o 2023 se normalizará la vida como la conocíamos antes de la pandemia y que los levantamientos progresivos de las medidas de aislamiento pueden generar un falso panorama de tranquilidad y la gente empezará a salir a la calle con más frecuencia y por eso lo más importante aquí es acudir a la prudencia y el sentido común de todas las personas.

Entre otras medidas que por ahora recomienda la OMS están, cambiar turnos en las posiciones de mayor estrés, incrementar la comunicación entre los equipos de trabajo, contar con personal de apoyo psicosocial que trabaje desde las áreas de recursos humanos para asegurarse que los trabajadores tienen atención y reforzar su capacidad de afrontamientamiento ante situaciones de su nuevo ámbito laboral como la convivencia familiar, el distanciamiento social y en general el cambio de todos sus hábitos de vida.

Los expertos de la OMS han enfatizado que en general la respuesta a estos desafíos es mostrar afecto y cuidado hacia los demás tomando en cuenta las recomendaciones de distanciamiento social, y proyectando cercanía a través de una llamada telefónica, una postal o una videoconferencia.

«Es esencial que afrontemos los retos mentales que esta crisis produce diseminando información puntual, comprensible y veraz a todos, incluidos los más jóvenes y los mayores»

Así que el reto para las organizaciones hoy es mayor y lo más grave, es que puede ser desplazado para atender temas de recuperación económica y productiva, solo que su impacto sí se sentirá en un tiempo no muy lejano.

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